Historia
del cacique Pincén
INDIO
BRAVO
Texto
Claudia Selser
Fotos Archivo General de la Nación
Revista VIVA - Diario Clarín
5/12/04
|
Decía
el ministro de Guerra y Marina, Adolfo Alsina, "Pincén
es un indio indómito y perverso, azote del oeste y
norte de la provincia (y) jamás se someterá,
a no ser que, por un golpe de fortuna, nuestras fuerzas se
apoderen de su chusma. Si esto último no sucede, Pincén
se conservará revelde aún dado el sometimiento
de todas las otras tribus hostiles. Es el tipo del hijo del
desierto, indómito y salvaje por placer, por costumbre
y por instinto" |
|
Cacique
Pincén |
Se llamaba
Pincén. Tenía 70 años cuando dejó que su alma
también fuera apresada en cinco fotos tomadas poco después
de su captura, en noviembre de 1878 por el fotógrafo italiano Antonio
Pozzo, con estudio en la calle Victoria 590 (hoy Hipólito Yrigoyen)
esquina San José.
El 11 de noviembre de 1878, en un telegrama al nuevo ministro Julio A.
Roca (Alsina había fallecido), el coronel Conrado Villegas le comunicaba
su captura.
Pincén fue sentado sobre un matungo ayudado por su sobrino el capitanejo
Mariano Pincén y con las manos atadas en la espalda con un tiento
crudo, fue llevado a Trenque Lauquen, donde estaba acampado Villegas.
Allí se desarrolló la siguiente escena, que muchos años
después recordaría un testigo presencial, doña Martina
Pincén de Cheuquelén, nieta del cacique "...Estábamos
todos nosotros (en Trenque Lauquen) cuando vino el General (Villegas)
y le habló, y el abuelo dijo: ¡No me maten! Pero después
dijo: Si me van a matar, que se salve mi familia. El cacique se paró,
alto como era, blanco, estaba vestido de gaucho; chiripá y bota
de potro, camiseta, camisa blanca.
Y lo sacaron así, con camisa y todo. Se lo llevaron. Estaban allí
todos, la finada mamá, mi tía María. Se lo llevaron..."
La captura
de Pincén marca el ocaso de la resistencia indígena que
se inició un siglo antes, a mediados del siglo XVIII, cuando las
incipientes estancias cercanas a la ciudad de Buenos Aires avanzaban sobre
lo que era territorio indígena, ocupando progresivamente los campos
donde los aborígenes se abastecían de ganado salvaje. Despojados
de los campos y de su ganado, las comunidades comenzaron a asaltar las
estancias con malones para conseguir alimento, tras lo cual los habitantes
de Buenos Aires levantaron los primeros fortines, que fueron de hecho
la primera frontera defendida por el Cuerpo de Blandengues, una especie
de milicia formada paisanos mal armados y mal pagados.
En las décadas siguientes, el desarrollo de la ganadería
con vistas a su exportación desde el puerto de Buenos Aires, reavivó
la urgencia por expandir la frontera más allá del límite
natural que trazaba el río Salado. Y si bien en un comienzo predominó
la política de integración basada en tratados y negociaciones
pacificas con los indígenas del sur, las hambrunas y la pérdida
progresiva de los territorios aumentó la virulencia de los malones
indígenas. Entre 1868 y 1874, durante la presidencia de Sarmiento,
el Ministro de Guerra Adolfo Alsina buscó frenar los ataques con
el cavado de una zanja paralela a la línea de frontera, de unos
3 metros de ancho por 2 de profundidad, pero no tuvo éxito. Su
sucesor, Julio Argentino Roca, se inclinó por asignar un gran presupuesto
para armar un ejército que erradicara a los indios del territorio
entre la frontera y el Río Negro. Y la estrategia fue exitosa:
el avance de cinco divisiones de 2 mil hombres, bien vestidos, comidos
y armados fue incontenible. De una población total indígena
de unos 19 mil hombres y mujeres, la campaña al Desierto cosechó;
-5caciques principales presos (entre los que estaba Pincén) y uno
muerto (Baigorrita) -1.271 indios de lanza presos. -1.313 indios de lanza
muertos. -10.513 indios de chusmas presos. -1.049 indios reducidos.
Es en ese contexto donde resalta la figura del cacique Pincén,
al frente de una tribu de no más de 1.500 indígenas con
tolderías en Toay, a unos 220 km al oeste de Guaminí, porque
resistió hasta el final la colonización de sus tierras librada
bajo la bandera del progreso y la civilización. Según explicó
la investigadora Susana Rotker en su libro Las cautivas. Olvidos y
memoria en la Argentina, la campaña al Desierto tenía
móviles bastantes más materiales: "Entre 1822 y
1830, los Anchorena - primos de Juan Manuel de Rosas, uno de los más
exitosos líderes de las llamadas campañas del desierto-
acumularon 352.000 hectáreas de la pampa. La conquista del desierto,
comandada por Roca en 1878 y 1879 agregó unos 54 millones de hectáreas
al "patrimonio nacional", que fueron entregadas en gran parte
a especuladores y terratenientes, como ya era la tradición"
Misterio
¿De dónde había venido Pincén? ¿Cuál
era su origen? Algunos decían que había nacido en Guaminí.
Pero para fuentes consultadas por el historiador, diplomático,
periodista y académico Estanislao Zeballos, Pincén era un
indio nacido en Carhué y que hizo su fama en prácticas malhabidas:
creció haciendo viajes desde la pampa de Buenos Aires a los valles
andinos, traficando ganado robado en la República Argentina para
llevarlo a Chile, "donde los indios eran recibidos como mercaderes
honrados, mientras en nuestros campos dejaban marcado su paso con sangre
y cenizas. En Chile les era comprada la hacienda a razón de un
poncho por vaca, una botella de caña o aguardiente por yegua, como
precios corrientes, sin perjuicio del negocio de prendas de plata, cuentas,
armas y abalorios". También de acuerdo con esta versión,
recreada en el libro de Zeballos, Episodios en los territorios del
sur (1879). "La fama de Pincén subió de grado en los
pagos andinos y lograba arrastrar en sus correrías y aventuras
nuevos mocetones araucanos que, cediendo al espíritu aventurero
y a la codicia, lo acompañaban a buscar fortuna; y como la bola
de nieve, la clientela de Pincén aumentaba sin cesar."
En su libro Pincén, mito y leyenda, el historiador Juan
José Estévez reseña varias teorías contradictorias
sobre el origen del cacique. Como la del historiador y antropólogo
Milcíades alejo Vignati quien asegura que los rasgos de Pincén
no son los rasgos de un indígena cien por ciento. "Indudablemente
hay mezcla, hay sangre india pero atenuada; casi podría asegurarse
que no es fruto de primera mestización: es decir que uno de los
abuelos ha sido el portador de la sangre indígena." O
la de otro historiador; Dionisio Schóo Lastra quien, en La lanza
rota (1951), cuenta que las ancianas de la tribu de Pincén recordaban
que el cacique era hijo de una cautiva cordobesa de Río Cuarto
y que de ella había heredado el ser ladino (conocer los dos idiomas
y, por eso, podía precaverse más que los demás) y
la audacia que siempre mostró.
Según Schóo las ancianas contaban que Pincén había
heredado el cáracter de su madre, una cautiva blanca de Río
Cuarto que se enamoró de un joven capitanejo que tenía por
vocación el "amansar fieras", o sea, dedicado a la crianza
y adistramiento de pumas americanos y que por ello dede joven lo llamaban
Ayllapan (ailla=nueve, pangui=león o puma). De la unión
de ambos nació Pincén, quien fue un eximio cazador y adiestrador
de pumas, actividad que habría aprendido de su padre.
De contextura atlética y robusta, con su metro ochenta de altura,
Vicente Pincén se destacaba por sobre las siluetas de los demás
indígenas. Frente a un ejército poderoso y pertrechado,
su nombre comenzó a ser leyenda en su juventud en la zona de Pergamino
por vencer a los militares con ingenio y ferocidad. Se contaba por ejemplo
la vez en que Pincén y cien de los suyos volvían de un malón
con cerca de 4.000 potros arrebatados de las estancias del lugar. "Dieron
contra un cuerpo de línea que los aguardaba pie a tierra, cerrándoles
con las bocas de sus armas el paso entre los cañadones. Los indios,
sintiéndose perdidos, se volvieron a mirar al cacique como requiriéndole
que resolviera la situación. Pincén, con un golpe de vista
de buitre, improvisó con sus hombres una manga y lanzando por entre
ella a los 4.000 potros espantados, los llevó contra los soldados
que resultaron pisoteados y dispersos. Pincén ganó el desierto
sin una baja y con todo el arreo"
O cuando hacía frente a los fusiles a repetición con un
arma de su invención llamada el lazo: la llevaban dos caballos
unidos por un lazo y en medio de éste, suspendida, una bola grande
de piedra. Se ponían al galope los caballos, que eran azuzados
para que continuaran en esa ruta. La piedra golpeaba así el corazón
del piquete haciendo el desparramo o impidiéndoles a los soldados
tomar puntería, mientras los indios se acercaban con rapidez para
ultimarlos.
En esta lucha entre indios y soldados, sólo se podía vencer
con el ingenio porque, a diferencia de lo que sucedió en los Estados
Unidos -con los comancheros o los traficantes de armas-, en nuestras pampas
los aborígenes no tuvieron acceso a las armas de fuego. Por el
contrario, ya en 1877 -cuando se inicia la última fase de la Campaña
al Desierto-, el soldado bien montado y con un sable estaba notoriamente
en mejores condiciones de defenderse frente a un indio con una lanza de
casi tres metros o portando la llamada bola perdida o bola de combate,
por más diestramente que se la manejara. (El coronel Villegas solía
decir que un soldado en estas condiciones equivalía a tres o más
indios.)
General Villegas en pose ganadora |
Ya esto había que sumar el Remington. Porque con el antiguo rifle
de un solo tiro
-que le
insumía unos minutos al soldado volverlo a cargar- el indio sabía
que era el momento oportuno para irse al humo y ultimar al soldado
(de ahí la frase: "se me vino al humo"). Pero el Remington,
un rifle a repetición, puso de una vez y para siempre a los indios
en franca desventaja en el combate dejándoles la huida como única
salida posible.
Batallas
y detención
Pero más allá de su astucia, la fama de Pincén creció
por su postura ofensiva contra el gobierno de Rosas en desmedro de la
postura acuerdista y sólo a veces defensiva del cacique Calfucurá.
Según Estanislao Zeballos, "Pincén pasó a
la historia como indio cabal, baqueano consumado, guerrero corajudo, cazador
de fama, jefe montaraz, huidizo, con frecuentes cambios de habitat (...)
que emerge con fuerza su señera figura ofreciendo resistencia a
todo intento de penetración militar en sus dominios. (...) Se distinguió
siempre por su bravura y la efectiva táctica de rápidas
guerrillas para mantener atemorizados a fortineros y pobladores. Se manifestó
reacio a firmar tratados de paz; y cuando lo hizo, para asegurarse la
entrega de raciones, abandonó la actitud pacífica ante el
menor incumplimiento, dando muestras claras de su inveterado espíritu
guerrero que de inmediato transmitía a sus capitanes, para así
volver a malonear, una y otra vez, en el oeste y norte de la provincia
de Buenos Aires, causando muertos, incendios y pillaje (La Picaza, Junín,
La mula colorada; Fortín vigilancia, Colonia de Brizuela, Fortín
Bagual, Carlos Casares, Tapera de Díaz, Fortín Esperanza,
Bahía Blanca)" Entre sus mayores audacias se cuentan el
robo de los famosos Blancos de Villegas, el 21 de octubre de 1877, cuando
los indios se llevaron de la comandancia de Trenque Lauquen, 53 de esos
caballos blancos, custodiados bajo siete llaves. Como viejos contrincantes,
Pincén y el coronel Villegas se tenían gran respeto. fue
Roca quien ordenó a Villegas batir a Pincén en sus propios
dominios y conducirlo prisionero a Buenos Aires. Y Villegas cumplíó.
el Cacique fue detenido con su familia en noviembre de 1878, cerca de
la laguna Malal (noreste de La Pampa), y un mes después, arribó
a la capital, para ser recluído en la Isla Martín García
con parientes y otros de su tribu.
Muerte
misteriosa
No hay datos exactos sobre su muerte. Hay quienes dicen que el cacique
murió en la isla Martín García, en una segunda prisión
tras cuatro años de libertad.
Otros aseguran que ya estando en libertad, Pincén decidió
morir en Guaminí, donde para algunos habría nacido y donde
vivió en sus años mozos y que por esto partió con
algunos miembros de su familia hacia Los Toldos y después hacia
su morada final, a orillas de la laguna El Dorado.
Dicen que la última vez que se lo vio, allá por 1896 ó
1897, el cacique juntaba maíz en las chacras de San Emilio.
Dicen también que cuando se sintió morir Pincén viajó
a Trenque Lauquen a despedirse de su familia. Y que su cadáver
fue llevado por los blancos. Para otros, su cuerpo fue envuelto en cuero
y arrojado a una laguna. Y Juan José Estévez se inclina
por la versión de que algún familiar pudo haberse encargado
de los restos y se hallen en custodia en algún cementerio.
Hoy Luis Eduardo Pincén, tataranieto del cacique, 45 años,
profesor de Ciencias Naturales y presidente de la ONG Namuntu (Estar de
pie), dice que el legado de Pincén es enorme porque da el marco
de cómo vivir y cómo trabajar.
"Nosotros, los indígenas, no éramos tan malos como
nos pintaban. Fuimos los primeros villeros, los primeros rebeldes por
la frustración que sentimos al ser desalojados de nuestra cultura
e incluidos en una sociedad que sólo nos acepta en los estratos
más bajos."
Por esto hoy Luis Eduardo Pincén libra una lucha diaria y pacífica
con el objetivo de que todos los indígenas que viven en la Argentina
recuperen su dignidad. "Porque para nosotros el hombre está
integrado al universo: el nehuén, o la energía espiritual
del hombre, es uno más con el nehuén del agua, el del viento,
del guanaco y del ñandú. Y nuestro espíritu, nuestro
kempeu, es uno solo y sufre mientras haya un descendiente que está
perdido y revive cuando hay un descendiente que pelea por su gente."
El
texto, y fotografías que aparecen en este website están
debidamente autorizadas por Claudia Selserpara poder ser publicadas en el sitio VARELAENRED.com.ar. Quedando
de esta forma prohibida cualquier reproducción sin el permiso
explícito de sus autores. |
|